tag:blogger.com,1999:blog-361406892024-03-05T10:50:58.331-05:00Páginas de un AusentePoco importa para
qué sirvan.Bicho de Ciudadhttp://www.blogger.com/profile/06836519993584260057noreply@blogger.comBlogger18125tag:blogger.com,1999:blog-36140689.post-832787921512179852010-07-14T00:32:00.016-05:002010-07-25T11:45:55.641-05:00VeintisieteAnte todo, fueron veintisiete y no veintiocho.<br />Mi exactitud de cuadras,<br />mis cincuenta y cuatro de esquinas.<br /><br />Velocidad<br />que le daba prepotencia a mis pies esferas;<br />volando, volando.<br />Volando<br />con esos pasadores de tu orden científico<br />bajo la alfombra.<br /><br />Y la noche de esa pista ancha<br />con sus llantas que volaban menos que yo.<br />Y una mano que cerraba el caño de mi nuca<br />y el álbum doméstico carente de empirismos.<br /><br />Después de cincuenta y tres, llegué al descanso<br />y aclimaté mis certezas.<br />Entonces,<br />entre las cosas que volaban, como yo<br />allí sin volar, aventé mis ojos de conciencia<br />a un rincón. Y vi mis no finales<br />y vi nuestro final<br />que nunca fue y que sigue siendo,<br />sin samarias y sin tellos.<br /><br />Invención de palabras,<br />justificación de verbos:<br />los misiles que nos aguantaban;<br />la sincronía de espaldas.<br /><br />Descansé lo que no me hacía falta<br />y, con veintisiete países en mis piernas,<br />dejé que las velocidades amasasen las sentencias.<br />"Cuando las naciones emigran de ideología",<br />y sus unitarias poblaciones<br />obedecen sólo a biosimplicidades.<br /><br /><br />Así, con la prestanza de un lunes laboral,<br />me acordé del territorio reconstruído,<br />y me llevé.<br />A lo lejos, esos pasadores finalizados,<br />que direccionaban mis anteriores vuelos;<br />que formalizan nuevas naciones.Bicho de Ciudadhttp://www.blogger.com/profile/06836519993584260057noreply@blogger.com5tag:blogger.com,1999:blog-36140689.post-76073078193288998222009-07-11T20:57:00.015-05:002009-09-03T12:50:32.283-05:00Adopción de epígrafe<div align="justify"><span style="font-family:arial;">Hace poco menos de veinte horas estaba inmerso en una de esas <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_0">conversaciones</span> de postal. Habían pasado casi cuatro semanas desde la última vez en la que nos vimos. Eso del <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_1">messenger</span> nunca contó. Para mí no. Entonces, por razones <span class="blsp-spelling-corrected" id="SPELLING_ERROR_2">innecesarias</span> de decir, en mi condición de visitante, yo tenía más entusiasmo que ella para conversar. </span></div><div align="justify"><span style="font-family:arial;"></span></div><div align="justify"><span style="font-family:arial;">Así que solté yo de todo porque sabía que en sus <span class="blsp-spelling-corrected" id="SPELLING_ERROR_3">pretensiones</span> de escucharme no estaba la de indagar; menos en mi caso. Y, después de mucho intercambio de voces, me acordé que ella es peor que yo recordando fechas. Por mi parte, las que logro archivar en mi memoria, siendo ajenas a mi vida, pertenencen a esas asociaciones con números (puntuales para mí), colores, acontecimientos o cualquier otro garabato. De no ser de esa manera, van directamente al área descartable de mis lóbulos temporales. Ella carece de eso en la práctica. Por eso en ese momento no tuvo oportunidad para la prefabricación de alguna frase célebre; es por eso que su respuesta, a mi acotación desinteresada de la fecha próxima, fue genial. Uno de esos bastones que a veces suele regalar.</span></div><div align="justify"><span style="font-family:arial;"></span></div><div align="justify"><span style="font-family:arial;">-Tu vida va a ser siempre un lado b.</span></div><div align="justify"><span style="font-family:arial;"></span></div><div align="justify"><span style="font-family:arial;">(Empecé entonces a tararear una canción que un par de horas atrás, desde sus parlantes, sonaba como en <em>off</em>.)</span></div><div align="justify"><span style="font-family:arial;"></span></div><div align="justify"><span style="font-family:arial;">-¿Como esa de Concretes o como alguna de Diamond Dogs?-, pregunté, intentando expandir su lisonja. Sabía que iba a entender la bipolaridad de la interrogante.</span></div><div align="justify"><span style="font-family:arial;">-Concretes no. Vas a ser un buen lado b, vas a ver. Y escoge cualquiera de Diamond-, sentenció, endulzando su nariz y apuñalando con mirada risa, como hacía tiempo. Porque ella sí sabe demasiado de Bowie; mucho más que yo.<br /><br />Asimilé siempre con gusto el papel que me ha tocado, el de antihéroe -al menos me da gusto el creer que es así-, pero nunca había pensando en algo como lo de ayer. </span></div><div align="justify"><span style="font-family:arial;"></span></div><div align="justify"><span style="font-family:arial;">Agradecido entonces por la donación de ese nuevo membrete.</span></div>Bicho de Ciudadhttp://www.blogger.com/profile/06836519993584260057noreply@blogger.com5tag:blogger.com,1999:blog-36140689.post-68780467647699735502009-06-04T15:41:00.003-05:002009-09-03T12:53:59.038-05:00Finalmente<p align="justify"><span style="font-family:arial;">El pasado martes, el tema que siempre se pasea por mi cabeza se entrometió en una conversación que tenía con una amiga. Me preguntó si es que en algún momento iba a cansarme de esperar a ese final. Algún final. Le dije que no; que desde varios años estoy en esto. Y que si nunca llega es porque así debieron darse las cosas. Un deber de ausencia. Obviamente que extremé al decir eso, como aquellas personas que creen obtener frialdad al decir que si mueren, mueren. Así es pues, dicen. Eso sonó despreocupado, temerario, pero en verdad yo no quería que eso suceda. Quien escuchaba tampoco me creyó. Por eso me rectifiqué diciendo que, en verdad, espero la llegada con cierta ansiedad. Emoción.<br /><br />No soy de hablar mucho de ese tema por largos ratos con otros. Pero ese día su curiosidad y mi condescendencia hicieron que hablásemos de eso por casi tres horas, esperando que llegue un amigo. Luego fui a la casa de una tía para saludarla por su cumpleaños y, después de media hora me fui del lugar. Me bajé cerca del hotel Meliá. Lo conversado durante el día me estaba haciendo elucubrar algunas cosas. Eran casi las doce y llamé a la persona con quien estuve desde la mañana hasta la tarde-noche. Mi intención era verla en ese momento para seguir hablando. Iba a decirle que andaba por Javier Prado, pero luego pensé en lo jodido que podría resultar. Así que sólo pregunté si había terminado aquel trabajo y, sobretodo, si iría a lo de La Mente. Iba a ser mejor caminar solo.<br /><br />Desperté con cierta flojera. Tenía que hacer un amiste una vez más con los números a fin de sentarme frente a un examen dentro de casi un mes. Me encontraría luego con unos amigos a la hora del almuerzo, con quienes no se cómo fui a parar en una sala de cine. Regresé rápido a mi casa. Encontré conectado en el Messenger a un amigo con el que siempre conversar es más que grato. Y, mientras hablaba con él, fue inevitable recordar las cosas que había dicho y oído el día anterior. Después me fui, ya de noche, a la casa de uno que vive cerca. Iríamos a lo de La Mente, pero desistí cuando me enteré que iba a durar poco tiempo y que no serían los que cerraran. Algunos fueron, otros no. Yo a mi casa; supuse que me acostaría temprano.<br /><br />Al terminar de comer, volví a sentarme delante de la computadora: terminar de leer un blog que descubrí en la tarde, responder un mail y preguntar, a los que fueron, qué tan bueno estuvo aquello del grupo que juega con los “Sonidos del Sistema”. Entré al Messenger y, como en la mayoría de veces, uno recibe y ofrece saludos para al final terminar tratando cosas más extensas con dos o tres personas. Así pasé largo rato conversando con un amigo sobre el guión que en su universidad le habían dejado como tarea y acerca del viaje que tiene pensando hacer. También una amiga iba a darme alcances acerca de un negocio al que pienso entrar para luego conversar de temas personales que lindaban más con los suyos que con los míos. Ya para ese entonces, si al inicio tenía algo de sueño, siendo las dos de la madrugada, ése ya había desaparecido. Me despedí de ambos aduciendo que iba a leer un poco. No obstante, minutos antes de salir del Messenger, corregiría aquello al decir que saldría a caminar por el parque. Una persona que vive por mi casa me preguntó si estaba en la mía. Afirmé. Me dijo que iba a sacar a pasear a su perro que estaba haciendo demasiado ruido. Preguntó si yo tenía ganas de salir un rato, que a esa hora aburre caminar sola con su perro. Le ofrecí algo mejor: yo lo sacaría, que ya yo tenía pensado salir a caminar. Ella no se negó. Apagué la computadora y me fui. Llegué a su edificio, ella bajó con el perro que había yo visto por primera vez cuando éste tenía meses de nacido. Le dije que demoraría media hora. Pero sería con el transcurrir del tiempo en el que llamaría para decirle que mejor iba a llevarlo a mi casa hasta la mañana. Todo bien.<br /><br />No sé cuánto tiempo estuve afuera. Cuando me sentaba por ratos, el perro seguía andando. Su juventud le permitía eso. Yo estaba en lo mío. Aquello del final, de esperar un final para las cosas que escribo. Pensar en el final y no en esas historias inconclusas. Esas más de dos horas que estuve afuera hubiesen sido malgastadas de no ser porque, al llegar a la esquina de La Romana algo apareció. Le di una palmada en la cabeza al perro de lo contento que me puse. Éste se puso a ladrar por el golpe.<br /><br />Dos finales. No hay inicio, no hay trama, sólo dos finales. Eso es lo que importa. Para mí sí. No es que tenga miedo a empezar a concluir lo que hago. No tengo miedo a pedir resultados. Bueno o malo, yo qué sé. Sólo era cuestión de esperar. Me desperté hace un par de horas, y luego de esto tengo que salir a otro lado, pero lo inevitable es que voy a coger unas hojas y un lapicero.</span></p>Bicho de Ciudadhttp://www.blogger.com/profile/06836519993584260057noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-36140689.post-1309350632838201002009-05-12T17:04:00.003-05:002009-07-15T18:42:05.304-05:00Niebla<span style="font-family:arial;">Sólo que guste caminar. El resto es engranable.</span>Bicho de Ciudadhttp://www.blogger.com/profile/06836519993584260057noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-36140689.post-36761165014839601152009-04-23T22:44:00.010-05:002009-04-26T23:15:15.885-05:00De vuelta a lo básico. Iniciático.<div align="justify"><span style="font-family:arial;">Hace casi un mes, al despertarme, me percaté de que mi canguro ya no estaba adherido a mi torso. Mi espalda ya no cargaba ese pequeño equipaje de urbanidad. No recuerdo bien si fue domingo o lunes. Mi cara estaba despertándose recién y luego de preguntarle al resto, bajar y preguntarle a los que faltaban y salir y preguntarle a otros más, resignado habré debido proferir con mucha pesadez puta madre, se me perdió.<br /><br />Ya después no me puse a indagar en mi memoria los lugares en dónde pude haberlo dejado. "Ya fue". Pero en verdad aún era. No sólo había perdido ese canguro Timberland. Con él se perdieron dos cajas de cigarros, un encendedor, un quizá ya derretido Princesa, el Nextel, llaves, una tarjeta memoria, el celular y el iPod. Y `para ahorrar descripciones de valor, enumeré didacticamente las pérdidas en ascendente importancia. En fin, me sentí calato por todo estas últimas semanas.<br /><br />Primero sin algunas fotos irrecuperables, luego incomunicado y para variar sin música. Sin música. Todo se haría entonces más dificil de llevar. Se me hizo más complicado intentar caminar algo más de cinco cuadras solo, siendo eso algo que me encanta. Ahora el andar iba a ser llevadero solamente con compañía. Qué iba a hacer pues.</span></div><div align="justify"><span style="font-family:arial;"><br />Esperar nomás.<br /><br />Mientras tanto mis orejas se taponeaban con el producto de un mp3 suplentón, con la música del micro o con las remembranzas leales de lo que antes escuchaba. Por otro lado, a falta del celular y Nextel, también estaba inubicable. Eso siempre es bueno cuando uno lo desea; mejor cuando te enteras media hora antes de lo que está por suceder. No me hacía mucho drama en ello. Pero lo básico estaba circunspecto a mis orejas solitarias. Waits, los Stones, Calamaro, Bangalter, Cadillacs, Beirut, los Stripes, Fitzgerald, Cerati, la Mente, Drexler, Sinatra y un ufffff que completaban las más más de mil opciones de ese reproductor, ya no estaban cuando caminaba. Sólo metidos en la computadora y en los discos que se honguean.<br /><br />Esperar nomás.<br /><br />Y saqué duplicado a las llaves. Compré el celular (el Nextel aún espera) y ayer salí por el iPod. Fui con Mateo para receptar sugerencias. "Si voy a comprar otro iPod, que tenga mayor espacio. Algo mejor". Y aunque ese Nano de 2da generación de cuatro gigas era estupendo con esa cubierta blanca y el respaldar metálico, necesitaba algo de más espacio. Así lo doblegué. No opté por el Clasic porque es muy dificil de llevar en mi bolsillo (a pesar de esos seductores 32 gigas). Mucho menos iba a pretender otras rarezas ya sea por los modelos o por el costo. La posibilidad de una nueva pérdida siempre está presente.<br /><br />Al final vi un rectángulo algo más grande que mi anterior compañía. Ocho gigas: el doble de conversación. Y, a pesar de que dudé de esa nueva presentación grisácea, lo compré. Todo iba a ser parecido a antes.<br /><br />Esas son las pequeñas cosas que a veces desmaximizan mi rutina que por ahora está algo entretenida. Ayer le adherí todos lo que consumía mi cabeza mientras subo a un carro, camino, espero sentado o leo alguna revista. Hoy caminé ya más tranquilo y a pesar de que estaba con gente, hubiera resultado lo mismo estar andando con mi sombra. Creo que hasta mejor. Mis orejas guardaron ese mp3 y se reencontraron con sus audifonos siameses de antaño.</span></div>Bicho de Ciudadhttp://www.blogger.com/profile/06836519993584260057noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-36140689.post-10331664250877552032009-01-04T22:42:00.004-05:002009-01-04T23:13:28.512-05:00A million of parachutesCuando me acuerdo de ti, a las cosas las supongo más fáciles.<br />Y ya no importa que no pueda. Ya no importa que no sea.<br /><br />(Joroba guapa.<br />Panza de un mes.<br />Entusiasmo de día uno. Pies que cruzan el asfalto.<br />Mochila elefante.)Bicho de Ciudadhttp://www.blogger.com/profile/06836519993584260057noreply@blogger.com5tag:blogger.com,1999:blog-36140689.post-64148200341039068212008-10-20T21:45:00.003-05:002008-11-04T19:20:50.199-05:00Disciplina y el canto de pajaros mientras amanece<p align="justify">En estas dos últimas semanas he estado con sensaciones de disfuncionalidad. ¿De qué? Yo que sé. No he hecho nada.<br /><br />Yo no puedo tener la mente puesta en una sola cosa por más de una hora, cuando ésta no me gusta. Todo lo restante del día se me bloquea. Me siento inmerso en eso. Desagradable. Como perteneciente a esos asuntos académicos de saco y corbata, de lengua de robot, de pechito inflado documentero.<br /><br />No es que quiera huir de esos asuntos. Desearía afrontarlos con demasiada anestesia, como creo haberlo hecho hasta hace un mes. Pero ahora ya no parece ser así. Tengo que teletransportarme con la rapidez de un micro para llegar a tiempo. Ese tipo de obligaciones me fastidian.Veo este blog desnutrido y ya sé quién tiene la culpa. No, yo no. Mi cámara se quedó en el depósito durante estos diez últimos días. Mi cuaderno ya no tiene tantas palabras como antes. Y Pequeñas Infamias se ha quedado con el separador en la página cuarenta y siete. No creo que tenga yo la<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhbbO1uclxGgn2ujjC0D87pe_25eF208e38aajjw6LSY_5eKcTlS3yOTPVuG8tyyg-1kEcnIJq8k3COvageTsT2j9sksIjcI7wkWDxT57q_XE0_vFZtdokHaaWIo87TuA-zn19X/s1600-h/2.JPG"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5259436983743875314" style="FLOAT: right; MARGIN: 0px 0px 10px 10px; CURSOR: hand" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhbbO1uclxGgn2ujjC0D87pe_25eF208e38aajjw6LSY_5eKcTlS3yOTPVuG8tyyg-1kEcnIJq8k3COvageTsT2j9sksIjcI7wkWDxT57q_XE0_vFZtdokHaaWIo87TuA-zn19X/s320/2.JPG" border="0" /></a> culpa.<br /><br />El sábado pasado (madrugada del domingo para ser exacto), regresando cada uno a su casa, nos sentamos en la esquina de Palmeras con Dos de Mayo, a una cuadra del límite de Lince y San Isidro. Íbamos a esperar a que uno suba y baje del quinto piso de su edificio para traernos agua helada. Fue ahí cuando se me vino el ebrio de cantina y le conté al más sobrio exactamente lo escrito en el anterior párrafo. Se demoró mucho en abrir lo boca, pero terminó diciendo lo necesario. Te falta disciplina.<br /><br />Tomamos el agua y nos volvimos a parar. Faltaban casi cinco cuadras para llegar a mi casa y, sin embargo, ya no caminaba desganado. Había solamente necesidad de disciplina . Además, el canto de los pájaros escondidos en los árboles, mientras amanece, siempre me estabiliza.</p>Bicho de Ciudadhttp://www.blogger.com/profile/06836519993584260057noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-36140689.post-47760327095861658682008-10-02T22:25:00.005-05:002009-07-22T23:01:24.991-05:00Y tal vezAyer, en el pastificio de Leal también estaba tu hermana.<br />Tú no estabas<br />y no había de qué hablar.<br />Por eso saludé<br />y por eso pregunté por ti.<br /><br />Oía su voz haciendo sonidos que tenían que ver contigo.<br /><br />Mientras tanto, presentía que aún eras la misma hija de puta<br />que puede darme algo de paz,<br />y eso es bonito<br />cuando estoy solo,<br />cuando estás sola,<br />cuando no estamos.Bicho de Ciudadhttp://www.blogger.com/profile/06836519993584260057noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-36140689.post-50866631230846611742008-08-31T16:02:00.009-05:002008-09-01T15:04:32.437-05:00Cosas que pasan<div align="center"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgE2xyNS7JtPOrfv0hyphenhyphen2mflSjCZ5iAOV7HkCyJaWuDL3NVq4zZ9IsgEpYmY6lb_cRK-EL2UxmSqOOfqPYkYnGdloqVeCjB1lBDj1qMy0qfdmvuMDYlKKAwxQ6u2m7J4gOCwKECv/s1600-h/Digo+I.JPG"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5240799637023635330" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; CURSOR: hand; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgE2xyNS7JtPOrfv0hyphenhyphen2mflSjCZ5iAOV7HkCyJaWuDL3NVq4zZ9IsgEpYmY6lb_cRK-EL2UxmSqOOfqPYkYnGdloqVeCjB1lBDj1qMy0qfdmvuMDYlKKAwxQ6u2m7J4gOCwKECv/s200/Digo+I.JPG" border="0" /></a><br />Las guapas, aquellas que conviven con ello sin darle mucha importancia, al caminar, nunca miran hacia los costados.</div>Bicho de Ciudadhttp://www.blogger.com/profile/06836519993584260057noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-36140689.post-57412887116347581952008-08-28T19:56:00.006-05:002008-09-05T22:36:15.188-05:00Entre parque y bosque<div align="justify">Después de dos horas, dejé que mi cansancio y falta de paciencia me venzan. Haciendo el mínimo gesto de retirada, cogí mi mochila y me fui del salón. Ya se acabó. Acá en Lima, el sol suele ser tan intermitente y pasajero como aquellas cosas que se hacen en verano. Simplemente debía esperar un rato a la recepcionista. Le dije tengo que irme, y ella a mi que ah, ya, ve nomás.</div><p align="justify">Caminé porque sí, porque me gustaba; a ningún lugar. <a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhiySSEGOl_fXgiC1u2CJqb7_DHa_rx_wPp-RNlb6sEqPHzt6o5lC3vsnygc-iTivO7NUU0A_DdHIrOy2eEeGclE6jFBFwyHiHzmGLShC3uf4JYDbxaP3GTvZUH5nckfNRHzJDR/s1600-h/imageblog.JPG"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5239746661701832786" style="FLOAT: right; MARGIN: 0px 0px 10px 10px; CURSOR: hand" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhiySSEGOl_fXgiC1u2CJqb7_DHa_rx_wPp-RNlb6sEqPHzt6o5lC3vsnygc-iTivO7NUU0A_DdHIrOy2eEeGclE6jFBFwyHiHzmGLShC3uf4JYDbxaP3GTvZUH5nckfNRHzJDR/s320/imageblog.JPG" border="0" /></a>Al salir solamente viré a la izquierda y a andar. La consigna era hacer tiempo, llegar a mi casa a la una, dejar la mochila e ir al mismo lugar de siempre para almorzar. Esa avenida es de las que por las mañanas, parece ser siempre domingo a las seis de la tarde. Poca gente la transitaba. Por eso recuerdo cómo algunos debajo de esos paraderos de latón recibían el viento de una sombra en verano, mientras esperaban al respectivo bus o combi. Recuerdo a los que a esas horas ya salían de colegios públicos o que, por lo contrario, iban a los del turno de la tarde. Recuerdo que por esos meses no tenía ya mi walkman Aiwa pues éste fue olvidado y perdido por mí no supe nunca en dónde, quizá días o semanas atrás; y, por eso, recuerdo los sonidos de zapatos de oficina que raspaban las veredas mal barridas, los gritos de los cobradores que ofertaban las avenidas de sus rutas, el sonido de algún canal televiso que se escapaba por la ventana de algunas casas.</p><p align="justify">Ayer el taxi que tomamos Andrea, Matías, José y yo me dejó en la Cesar Vallejo, entre parque y bosque, para así seguir y llevar al último pasajero cerca a Gregorio Escobedo. Siendo casi las once, la llovizna me animó a caminar despacio y prender un cigarro. Me puse a pensar cómo estaría yo ahora de haber sonreído más en ese salón hace cinco años, de haberle saludado más veces, de no haberme quedado dormido tantas otras, de haberle dicho qué significaba <em>bind</em>, de haber ido a los sitios que proponía, de haberle dicho a ella esa vez que ya no iba a regresar y que sería bueno vernos después.</p><p align="justify">Iba a cruzar la pista mientras buscaba el encendedor en mi mochila para prender mi cigarro. Y en eso, mientras mi cara se mojaba, un auto se detuvo. Había bajado su luna por completo, me preguntó si me acordaba de ella. Yo le dije con una cara de sorpresa (de esas en las que uno exclama ese no atónito) que sí. Fue algo rápido. Me presentó a su esposo y a su hija de un año que dormía, me dio su número y yo a ella el mío. Quedamos en llamarnos. El auto arrancó y me puse a pensar cómo estaría yo ahora de haber sonreído más en ese salón hace cinco años, de…</p>Bicho de Ciudadhttp://www.blogger.com/profile/06836519993584260057noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-36140689.post-28540835936441048882008-08-23T20:57:00.028-05:002008-08-29T22:32:28.074-05:00Divagaciones de una tarde de viernes de literatura fantástica<div align="justify">Ayer viernes, después de mucho fui a una de esos coloquios al <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_0"><span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_0">Cornejo</span></span> Polar de <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_1"><span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_1">Miraflores</span></span> en donde lo principal (para muchos a veces resulta tal) estaba en <span class="blsp-spelling-corrected" id="SPELLING_ERROR_2">oír</span> pronunciarse la palabra <a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj3XfmHRXAVYL-__O_gx2nD27Vg5OL4cxQmoF5RDbLbo-qlr_O1beZAGnhRJsGB_Ls9IERdlu0ViZ15j7Y0Fu_b6o9CpRtu5vObQSlpoUB_5v7ZB6CpCbX2cDOxto12_LbIxXbu/s1600-h/mono+literario.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5238285230635949746" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; CURSOR: hand" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj3XfmHRXAVYL-__O_gx2nD27Vg5OL4cxQmoF5RDbLbo-qlr_O1beZAGnhRJsGB_Ls9IERdlu0ViZ15j7Y0Fu_b6o9CpRtu5vObQSlpoUB_5v7ZB6CpCbX2cDOxto12_LbIxXbu/s320/mono+literario.jpg" border="0" /></a>literatura. El caso fue escuchar disertaciones acerca de la literatura fantástica. Y creo que luego de haber estado horas sentado dentro del recinto de paredes blancas con dimensiones pequeñas, algo nuevo recogí.</div><div align="justify"></div><div align="justify"></div><div align="justify">Lo mío en ese sitio resultó tener otro tipo de temática. Me <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_5"><span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_2">reencontraría</span></span> con un amigo del primer taller en el que estuve, al cual no veía desde hace casi tres años (en estos tiempos, la <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_6"><span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_3">internet</span></span> hace necesario mencionar eso); y, también, aterrizaría allí con otros dos amigos del <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_7"><span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_4">cole</span></span>, a los cuales terminé avisándoles del asunto el día anterior.<br /><br />Llegando casi a las once, nos fuimos a sentar en la penúltima fila. No recuerdo quién de los dos se cuestionó por qué no nos sentábamos más adelante, pero creo que nada nos aseguraba que aquello fuese a resultar muy ameno como para evitar un aburrimiento. Ya pasada una hora, giré mi cabeza y vi sentado a David; lo saludé con apretón de manos y con un cómo te va silencioso pues todavía seguían hablando acerca del apoyo que brindó en sus inicios la física cuántica a la legitimación de lo fantástico en la literatura.<br /><br />En fin, en el primer receso, hablé un rato con David. Me puso al tanto de su vida y yo a él de la mía. En eso, el moderador pedía a <span class="blsp-spelling-corrected" id="SPELLING_ERROR_9">través</span> del micrófono que nos sentáramos para poder ver una <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_10">reseña</span> <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_11"><span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_5">fílmica</span></span> de José B. <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_12"><span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_6">Adolph</span></span>. Entonces busqué mi sitio, sin embargo, <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_13"><span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_7">Oscar</span></span> y <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_14"><span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_8">Ray</span></span> ya habían llevado sus sillas más al <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_15">fondo</span>, pegadas a la pared. Sentí que era buena idea y acoplé la mía a la misma ubicación.<br /><br />Fue bueno aquello que proyectaron. Luego vendría otra exposición, y fue entonces cuando volví a fijarme en aquellos que, sosteniendo alguna hoja en blanco y aparato para escribir, tomaban apuntes de lo que en esos momentos se escuchaba. Noté que la mayoría de ellos no pasaban en apariencia los veinticinco años. Más tarde, también aparecerían algunos de quince o <span class="blsp-spelling-corrected" id="SPELLING_ERROR_16">dieciséis</span> para hacer lo mismo. Traje entonces a mi cabeza aquellas imágenes en las que yo, con mis catorce años, abordaba esas conferencias con la primordial intención de tomar apuntes de un <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_17"><span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_9">Bryce</span></span>, <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_18"><span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_10">Cisneros</span></span>, Zurita u cualquier otro anónimo personaje de trayectos literarios. ¿Cómo me <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_11">abré</span> visto entre tanto viejo? ¿Cómo me habrán visto?<br /><br />En esta ocasión yo estaba sentado allí sin libreta ni nada en mano, mirando el techo; hablando con <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_19"><span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_12">Oscar</span></span> y a veces con <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_20"><span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_13">Ray</span></span> al mismo tiempo (él primero se sentaba a mi izquierda y éste a la derecha del segundo) de cualquier otra cosa. Como de las piernas de la tipa de falda rosa de la primera fila, "¿no las has visto? A penas se levante deberías verlas"; de lo marmota que se veía aquel <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_21"><span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_14">gordito</span></span> con lentes que en esos instantes desarrollaba su ponencia acerca de los cuentos de <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_22"><span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_15">Adolph</span></span>; de que -previa comunión de nuestras tres cabezas- sería bueno encontrar esa pela que comentó al inicio el primer <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_23"><span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_16">forista</span></span>, <em><span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_24"><span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_17">Lost</span></span> <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_25"><span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_18">Highway</span></span></em> de David <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_26"><span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_19">Lynch</span></span>; que ya teníamos hambre; que no me olvidara -palabras de <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_27"><span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_20">Ray</span></span>- de que el martes debíamos ir a ver el documental de los <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_28"><span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_21">Rolling</span></span> que acaba de estrenarse... También nos cagamos de la risa prudentemente a <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_29"><span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_22">decibeles</span></span> bajos al ver que el contiguo a <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_30"><span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_23">Ray</span></span>, un tipo <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_31"><span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_24">treintañero</span></span> con <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_25">forsosamente</span> literario saco <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_32"><span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_26">beige</span></span>, se había quedado dormido, apuntando su cara hacia el techo<br /><br />A la una de la tarde, se anunció un receso de dos horas. Me despedí de David, diciéndome él que regresaría. Nosotros tres también nos fuimos a llenar nuestros estómagos. Les dije que estaría de vuelta a las cinco; ellos a mí, que a las tres.<br /><br />El tráfico en la Javier Prado antes era una mierda, pero ahora con esto del crecimiento es más mierda aun. Como de elefante. Llegué casi a las seis. David estaba sentado mas adelante que en la mañana, conversando con una que aparentaba menos de treinta. <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_33"><span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_27">Ray</span></span> ya se había ido a las cinco, me dijo <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_34"><span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_28">Oscar</span></span> cuando lo encontré sentado al fondo de la sala pero esta vez al otro extremo. Pobre <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_35"><span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_29">Ray</span></span>, lo comprendía. Él en la mañana dijo que no aguantaría hasta la una de la tarde, ¿cómo hizo para regresar y luego estar allí dos horas más? ¿Cómo hice yo para regresar con ganas de estar allí hasta las diez? ¿Cómo hizo <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_36"><span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_30">Oscar</span></span> para estar allí todavía? Todo estaba tan aburrido, tan <span class="blsp-spelling-corrected" id="SPELLING_ERROR_37">leído</span>-de-papeles que de <span class="blsp-spelling-corrected" id="SPELLING_ERROR_38">fantástico</span> no había nada.<br /></div><br /><div align="justify">-Si <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_31">Chemo</span> <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_32">Román</span> tuviese que calificarlo por ese tipo de exposición le hubiera dicho "ahora <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_33">siéntate</span>, tienes R-", ¿no?<br />-<span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_34">RH</span>.</div><br /><div align="justify">Después, ni bien me senté y <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_39"><span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_35">Oscar</span></span> me mostró lo que había apuntado en una libreta publicitaria del año 86 (espero lo trascriba a tu blog). Y después de decirle, con un espíritu <em><span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_40"><span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_36">freak</span></span></em> creo, que esas cosas dadas su antigüedad debían <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_41"><span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_37">coleccionarse</span></span>, leí lo <span class="blsp-spelling-corrected" id="SPELLING_ERROR_42">escrito</span> por él: no había nada teórico, ninguna idea importante acerca de lo que fue la ponencia que yo no vi. Había una radiografía entera de lo <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_43"><span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_38">cojuda</span></span> que fue la intervención de un tipo que causó el sueño de la que estaba a su lado; le dio palabras también a la expositora <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_44"><span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_39">brasilera</span></span> y <span class="blsp-spelling-corrected" id="SPELLING_ERROR_45">también</span> al de una compatriota. Entendí entonces por qué <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_46"><span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_40">Ray</span></span> aguantó: entendí el porqué había yo querido regresar.<br /><br /><span class="blsp-spelling-corrected" id="SPELLING_ERROR_47">Empezada</span> ya la penúltima "mesa", nos adentramos, ahora sólo <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_48"><span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_41">Oscar</span></span> y yo, a lo que sería una nueva ejercitación de nuestros oídos irónicos. Creo que todo estaba empezando bien, hasta que me contó que ésa que expuso sobre las mujeres finlandesas, a la que hacía mención en su libreta, era precisamente aquella mujer de falda rosa. Comenzábamos ya no tan bien entonces. Un poco de mi expectativa había disminuido. Guardaba la intención de mirarle las piernas mientras ella hablase de lo que tenía que hablar frente al micrófono, y, como le diría luego a <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_49"><span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_42">Oscar</span></span>, quién sabe, hasta un movimiento <em>Bajos Instintos </em>de sus piernas<em>. </em>Tenía cara de <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_43">intelectualoide</span> que quería maquillar ese semblante de maldita, como algunas de esas de base tres a las que veo en mis pocas idas al <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_51"><span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_44">Etheria</span></span>. En fin, de allí en adelante, seguiríamos hablando cosas <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_52"><span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_45">huevonamente</span></span> serias. Vendrían los chiquillos y sus cuadernos Norma que mencioné líneas arriba. Seguiría viendo cómo los que compartían edades parecidas a las nuestras hacían sus apuntes (pueda que sea un hecho que ello rescataron mejor información que nosotros). Nota aparte para la que estaba a mi derecho, la cual buscaba caligrafía hasta para transcribir los bostezos de quien se sentara en la mesa principal.<br /><br />Creo que también hubiese sido bueno que nosotros tomásemos apuntes de lo que escuchábamos. Yo lo habría hecho de estar solo tal vez; ellos también. Mayormente soy propenso a hacerlo. Pero, tampoco la literatura era para asimilarla con aires míticos en esos momentos. Éramos tres que allí gustábamos de la lectura y de la <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_54"><span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_46">escribidura</span></span>, pero también de ver todas las dimensiones que una mujer puede mostrarte al caminar o de remembranzas de nuestros años escolares. El vernos allí, menospreciando con humor a todos, me hacía recordar al trío cagón de críticos de <em>La disciplina de la vanidad. </em>Y es que no todo es para tomarlo en serio. Las cosas siempre tienen que tener un lado divertido cuando uno gusta de ellas. Y a nosotros, en grados y dosificaciones distintas quizá, nos gusta la literatura. Yo ayer reafirmé mi eterna adherencia a ella. Por eso tanto raje y cague de risa en ese sitio de muchas caras de <span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_56"><span class="blsp-spelling-error" id="SPELLING_ERROR_47">cuasibohemia</span></span>; por eso aguantamos tantas horas sentados allí.</div>Bicho de Ciudadhttp://www.blogger.com/profile/06836519993584260057noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-36140689.post-73217798753375428772008-08-15T22:33:00.008-05:002008-08-28T22:41:19.657-05:00Bicho de ciudadHoy, caminando por las calles de Lince aún no exploradas por los hombrecitos de las pistas nuevas, sentí tener un poco de cansancio. Que tenía ganas de llegar al cuarto, tirarme a la cama y tomar una coca-cola después de haber puesto el <em>play</em> a la música.<br /><br />¿Y si nunca fui bueno para eso? ¿Y si la fatiga era consecuencia de mi nada? Una lata y una botella de la gaseosa ésa manifestaban mi no hacer. No estoy haciendo algo. Lo que se me presenta se reviste de mi flojera. ¿Y si me hicieron para otra cosa? Fatalizo mis principios, mis ganas y me voy por lo fácil. Eso es síntoma también de mis divagaciones.<br /><br />Por ahora bicho de ciudad y nada más. Así estoy contento, y así espero poder llegar a mutar.<br /><br />Vamos todavía me dijo hace casi dos horas el oportuno pellejero de Iván, ahora que recuerdo. Rica la carne esa, ah. Gracias.Bicho de Ciudadhttp://www.blogger.com/profile/06836519993584260057noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-36140689.post-16107498357859206202008-05-22T21:03:00.003-05:002008-08-28T22:41:19.658-05:00Génesis<p align="justify">A veces tengo posturas dubitativas: del que curiosea el cerebro. ¿Y si pasó esto? ¿Y si pasa esto? Viniendo a la casa, me preguntaba si es que ya empezamos a andar.<br /><br />Ya estamos caminando.<br /><br />Desde la última vez, cada uno de los dos estábamos a la espalda del otro. Quietos. Mirando lo que<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjl4C435TLIfNBjgRDYn_C2kFSwYb-HA_BSmWDX6B1QzSAlhOeOV5CiWV8BYfCgI1P055huaNXUmszFOm8APc0ipQ2i1DURz0OxQ1JnJNWDztsnfqy38d01F6BpsOjGSVU0n7xL/s1600-h/PARTIDA.JPG"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5203397166704773586" style="FLOAT: right; MARGIN: 0px 0px 10px 10px; WIDTH: 237px; CURSOR: hand; HEIGHT: 183px" height="222" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjl4C435TLIfNBjgRDYn_C2kFSwYb-HA_BSmWDX6B1QzSAlhOeOV5CiWV8BYfCgI1P055huaNXUmszFOm8APc0ipQ2i1DURz0OxQ1JnJNWDztsnfqy38d01F6BpsOjGSVU0n7xL/s320/PARTIDA.JPG" width="271" border="0" /></a> sucedía delante de nosotros. Eran dos visiones distintas y así todo iba bien; sin intercambios holográmicos, sin cuestionamientos. Pero ahora me he dado cuenta que desde hace ya un buen tiempo hemos empezado a caminar, y de forma recta.<br /><br />Final uno:</p><p align="justify">Prolongamos la línea cada día más. Delimitamos la frontera para aquellos que antes transitaban por sus ojos, por mis ojos. Nuestras espaldas ni se saludan, quizá entendiendo lo inexorable del deber de caminar.</p><p align="justify">Final dos:</p><p align="justify">...</p>Bicho de Ciudadhttp://www.blogger.com/profile/06836519993584260057noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-36140689.post-27152612991924217752008-05-07T11:47:00.015-05:002009-05-01T20:37:44.333-05:00Café la humedad (recuerdo y dubitaciones de necesidad)<div align="justify"><span style="font-family:arial;">Ahora que recién empiezo a rellenar agujeros, me pongo a pensar que a veces les necesidades lo son al momento de estar aparentemente satisfechas. Como que las cosas se mantienen en silencio, especialmente porque uno no les presta la mínima atención.<br /><br />Hace días desperté en el sofá de una sala que ya había pisado un par de veces, y entre varias cabezas había una arrimada a mi hombro izquierdo, que no sé cómo, estando desnutrido, pudo soportar un peso mayor a los 500 miligramos. Y así, transgrediendo las comodidades de mi sueño, no la aparté. La dejé allí porque había algo que me gustaba; porque que me recordaba a las horas anteriores que eran noche. Esa cabeza, con espirales y un día de nacimiento para mí, había escuchado a mis ojos, a mis manos, a mi boca, a mi lengua... Eran recién las siete de la mañana, lo más probable era que muriese ese mismo día, y quedaría en el recuerdo. Todos cansados, con la garganta seca, oliendo a cigarro. No hice nada, y seguí durmiendo, bien.<br /><br />Las desconocidas siempre mantendrán ese anonimato.<br /><br />Los que vinimos solos nos fuimos solos. Se fueron solos. Alguien me dijo que me pusiera la casaca antes de salir, que tomara algo de café, que me lavara la cara, que saliendo deberíamos comer helado siendo las diez. Había alguien que no olía a nada más que a ella. Sana. Los electroshocks que yo había lanzado creo que se equivocaron de pecho, y se equivocaron felizmente.<br /><br />Me metió al ascensor. Me hizo salir sin que tropezara y empujó mis pasos por casi quince cuadras hasta llegar a mi casa. Allí estaba, desconocida, hablando como la bacana de ese "mano a mano" de Celedonio. Y yo no tenía la necesidad de decir algo, de recordarle algo de la noche anterior. Para qué, si eso, a pesar de no haber estado digerido por completo, ya no importaba. El silencio: no hay nada mejor a veces. Caminando. Haciendo colillas de los últimos que le quedaban a mi caja. Nos reímos de mucho y punto.<br /><br />Y llegamos a mi casa, y me acusó con los que estaban. Tomó agua, agarró otra botella para el camino, y se fue. Nos estamos viendo, dijo.<br /><br />Tardé días en reaccionar. Anteayer pregunté por esa mujer a la insuperable amiga que juntó a más de diez en ese departamento. Como siempre, aparentar desinterés era buen aliado, y por eso no pedí más que el nombre. Supongo, como en otras ocasiones, que apelaré a esa estúpida casualidad que a veces me funciona.<br /><br />Ahora, recordando eso, pienso que existe siempre la necesidad de algo.<br /><br />Y de repente sería bueno necesitar, como Andrés, a una Julieta Cardinali. Que limpie las suciedades del cuarto, que esconda los ansiolíticos y las anfetas. Que no me impida pelear y que borre la sangre de esas heridas. Que me recoja de la banca sin pintura encima. Que me golpee por ser inmaduro y que amenace con dejarme. Que camine sola y que, conmigo al lado, siga caminando sola dejándome caminar solo. Tal vez sería bueno necesitar a una Julieta Cardinali, con el rostro de una maldita, con nueces en los bolsillos, con huesos de pajarita tierna y con uniforme de bombero.</span></div>Bicho de Ciudadhttp://www.blogger.com/profile/06836519993584260057noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-36140689.post-19114362936550849072008-04-05T16:14:00.020-05:002008-09-05T22:36:15.188-05:0023 minutos<div align="justify">Despertó vestido con un conjunto de camisa y pantalón de algodón que usaba los miércoles, jueves y viernes, para dormir. Se apoyó en el velador que estaba a su derecha, buscó sus franciscanas y se fue al baño. Cogió su mandíbula anciana, palpando una barba de tres días. Bajó sus manos y callado, empezó a verse frente al espejo, arrullado con el gotear del caño. Puso la misma cara triste de siempre, y queriendo darse lastima la consiguió. Sus ojos empezaron a botar lágrimas que carecían de verticalidad por desviarse en las arrugas de su rostro. Se mojó la cara y, alentado por una fatiga, apoyó sus manos en el lavatorio.<br /><br />“Creo que esa vez fue la última”.<br /><br />Había dicho hasta luego como últimas palabras para auqellas conversación y recibió un nos vemos como respuesta. Eran tiempos de desidia y risas irresponsables: de edades mantenidas. Así pasaron días, meses y empezó a pensar si aquella había sido la última vez. ¿Por qué ya no aparecía? Coleccionó horas en postales y sus pies a veces se convertían en témpanos pretendiendo el socorro. Hizo muchas cosas para disimular su espera.<br /><br />Y sus camisas se volvieron geométricas, y aparecieron pañuelos gastados en sus pantalones gastados con enmendaduras ya gastadas. Su espalda se cansó y cosechó cerros osificados. Los días hicieron que se dé cuenta que esos ya no eran sus lugares, que su edad ya no era adolescente; que la enfermera lavaba sus pañales y que la sopa cada vez le parecía más agradable. Así que se fue a esperar a otro sitio, porque eso era lo único decente que podía arrimarse a su inacción.<br /><br />“Creo que esa vez fue la última”.<br /><br />Ignorando sus asimilaciones de realidad, salió del edificio, se sentó en la banca de en frente y, tranquilizado por la sombra del naranjo, ejecutó una vez más el rito que llevaba décadas de existencia. Los cerebros suelen caminar y por eso se gastan cuando uno envejece, dijo alguna vez en sus años de adulto.Se levantó y resignado como los días anteriores al mediodía, inició el regreso al ostramiento en aquel edificio. Sus pies lo guiaban, indicándole que habría que cruzar nuevamente esa pista. Y a su cabeza vino nuevamente lo que había pensado en el baño.<br /><br />“Creo que esa vez fue la última”<br /><br />Y de repente, en medio de esa pista, sintió que algo tocaba su hombro. Era ella, pidiéndole que volteara, que había llegado. Y vio dos platos llenos de vació y manteles monocromos. Vio la misma armadura qué él había tocado para salvarle la vida. Cuando sintió que su hombro había sido tocado, vio todo. Iba a haber mucho de qué hablar. Estaba contento, porque aquella no había sido la última vez; porque a pesar de su edad después de todo, él podría seguir esperando.<br /><br />El camión aceleró dándose a la fuga, dejándolo tirado.</div>Bicho de Ciudadhttp://www.blogger.com/profile/06836519993584260057noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-36140689.post-9701003191410014552008-02-02T19:12:00.006-05:002008-08-28T22:41:19.660-05:00Postal en una caja abierta [ I ]<div align="justify">Callo. Me pongo a hablar solo sin abrir la boca; supongo que pienso, y tengo acumuladas ya casi todas las certezas que necesito para creer que esta maleta ya está por llenarse. Que habría que forzarla para que ésta dé más espacios. Trato de evitar el uso de un término qué suena a chicle, a madurez adolescente, a yo te entiendo así son las cosas, pero lo recojo al ser odiosamente preciso, porque es un ciclo. El canal en espiral que deja el taladro en la madera; el canal que va a dejar de serlo por acción de un objeto metálico.<br /><br />Pienso así por el sonido de las tabletas de pastillas y por las ocasiones en las que llevaba mi mano sobre mi abdomen para calmar incomodidades. Porque el reloj de mi celular nuevamente se atrasó asistiendo sólo a su función de alarma. Porque en estas dos últimas veces ya no solamente miraba las pecas que deambulan por ese escote, sino que ahora asumía el papel de paciente que se hacía ver.<br /><br />A pesar de que luego de dos consultas con el médico ya tenía el diagnóstico claro, no sabía mucho acerca de las condiciones en las que mi organismo asumía el juego. Pero luego de hacer un recuento con la psicóloga que mensual o quincenalmente mi mamá me presta, concluimos que no era la primera vez que somatizaba. Tampoco te hagas dramas porque esto es relativamente común, decía. Yo paja. Atravesar por esas cosas significaba que quizá iba a entender a un par de amigos que me contaban tener la misma nota. También entonces asimilé el porqué me cayó bien esa novia errante de Ana Katz que vi entre mi fiebre y un dolor de ojos, cabeza, extremidades (las cuatro) y estómago. Pero cuando estaba en pleno inicio de mi celebración, ya sin padecimientos físicos encima, de aquel nuevo guión protagónico que ella me reafirmaba (ahora en un campo distinto) precedido por un “Oh, pobre. Te digo pues el motivo de esto”, sentí que los aplausos en off se habían desprogramado. Me indicó que mirara, en claro pedido de que la escuchara con cara de atención, que me iba a decir cuál había sido el motivo. Yo no quería. Le dije que ya eran las nueve y media, pero ella me enseñó sus dientes con sonrisa ad portas de los treinta y me cagó con su no importa y sus veinte minutos más.<br /><br /></div><div align="justify"></div><div align="center">* * *</div><div align="justify"></div><div align="justify"></div><div align="justify"> </div><div align="justify">A estas alturas del tiempo, ella ya lo sabe y debe seguir riéndose, como asimilando a fin de cuentas que yo no tenía ni siquiera ese poquito de diferencia con el resto. Hace pocos días hablamos por teléfono y le conté todo lo sucedido a su ausencia. ¡¿Qué?! Eso mismo, eso es lo que ha pasado. Yo traté de hablarle en clave pero muy claro. Mi voz estaba con mucha vergüenza como para querer repetir la cosas. Ni esa que regresaba combatiente de estadías en los para-avalanchas, que era la que más le gustaba, habría podido sobrevivir a esa confesión. “OK”. Al día siguiente nos encontramos de nuevo en el messenger y conversamos como si nuestras cabezas no hubiesen apretado <em>record </em>la noche anterior: una vez más sabíamos de lo que se debía hablar y de lo que no. Era (es) innecesario retomar ese tema –felizmente- estando a kilómetros de distancia. Pero ella ya estaba al tanto de todo, ya sabe todo, y no creo que le joda mucho que lo digite.</div>Bicho de Ciudadhttp://www.blogger.com/profile/06836519993584260057noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-36140689.post-64200585566505027222007-11-15T11:18:00.004-05:002008-08-28T22:41:19.660-05:00Allí<div align="justify"><span style="font-family:arial;">Lugar: Territorio de algún recuerdo mío, ahora extraño para ambos.<br />Día: Circunstancia ajena al calendario.<br />Hora: Momentos. (Por las calles de las cuatro de la madrugada).<br /><br />Y de repente allí. Hablando. Sin las alergias que implicarían una nueva conversación. Yo inconciente de mi inconciencia. Ella palabras de sus discursos de antaño: muy veloz y muy sofista. Allí, de repente, en una esquina desierta y sobreviviente a algún bombardeo del olvido y pobreza como las tantas otras que íbamos a inspeccionar con nuestros pasos. Suelo de arena tosca, de caserío soberbio y resentido. Algunas paredes, algunas maderas de pared; algunos techos, algunos plásticos, algunos cielos. Allí. Era de noche y unos postes de urbanidad alumbraban más a nuestras voces que a nosotros.<br /><br />Tal vez discutíamos. Pueda que la fuerza de su voz se debiera al entusiasmo por las presencia de una anécdota; la fuerza de mi voz se debió quizá a que quería compartir ese entusiasmo. Pudo ser también que yo tuviese la culpa. Culpable no sé de qué, pero tratándose de un encuentro con sonrisas (eso espero), iba ella siempre a declararme responsable de todo. Porque a veces era culpable y otras no, y sin embargo, yo aceptaría sus veredictos porque me gustaba que ella fuese la maldita a mi costado; porque, posteriormente, me agradaba ver sus dientes en sus sonrisas para premiar a su odontólogo.<br /><br />[Desplazo mi cabeza de un lado a otro con la rapidez de la tranquilidad. Las armaduras del abrigo ayudan a una conversación gratuita.]<br /></span></div><br /><div align="justify"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhOQOiOA3WbWt_e-Q_sLnEuacMDgZL8AYegcFZG1AoSW2HT9PQtxZNeo8-F_-PtsUWKGbndk-N4e9y7VXgWrPQtSSDoUQYagbPnRO26_tuTD7LsAavrYD66NU_vq6N-SlhdzKX0/s1600-h/super+8.bmp"><span style="font-family:arial;"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5133139787034463202" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; CURSOR: hand" height="273" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhOQOiOA3WbWt_e-Q_sLnEuacMDgZL8AYegcFZG1AoSW2HT9PQtxZNeo8-F_-PtsUWKGbndk-N4e9y7VXgWrPQtSSDoUQYagbPnRO26_tuTD7LsAavrYD66NU_vq6N-SlhdzKX0/s320/super+8.bmp" width="208" border="0" /></span></a><span style="font-family:arial;">Nuestras palabras se mezclaban por separado. Era el sonido de su lengua, de su paladar, del interior de su mejilla, de su faringe y de la marea alta de su saliva. Yo quería escuchar cómo sonaba su voz y espero que no se haya dado cuenta que a raíz de ello no iba después a poder recordar ninguna palabra de lo que me dijo. De mi es poco probable que quedase recuerdo alguno ya que a cada disparo que anunciaba la partida de una nueva maratón de su informal discurso, yo me callaba. Y destapaba cada poro de mi pellejo para poder asimilar los próximos sonidos de su rostro. Comprobé en esas calles iluminadas, como en la escena nocturna y lluviosa (pero sin lluvia) de <em>El hijo de la novia</em>, que había cambiado.<br /><br />No es un "Ella había cambiado" ni tampoco un "Yo había cambiado". Había cambiado la forma, nuestra forma. La cámara de cine ya no era una de 35 mm con esos cuadros de panorama abrazo; ahora, un Súper 8 nos decía que caminásemos con cuidado de no darles una inmediatez secante a nuestros paralelos. Que las tomas ahora son visualmente muy concretas: primeros planos y por separado, a pesar de que nuestras conversaciones aún jadeaban el pasado de sofás a las seis de la tarde con narices tibias y manos siamesas al frente del televisor.<br /><br />[Tal vez es verdad. Pero de todos modos, saca esa cámara que ya no se usa mucho. Tráiganme tecnología. Al menos hagan un corto con una de 16mm, ¿no ven que somos dos?]<br /><br />No se llegó a algún tipo de destino porque el trayecto no tuvo conclusión. Hubo muchas paradas y muchas esquinas, y nuestro allí no estuvo en las estaciones sino en su voz y la mía. Esas voces que nunca hicieron remembranzas de pasados porque se creía tácitamente en la existencia de una relación que siempre fue continua. Mis oídos se iban cerrando con los ladridos de perros sin casa, con el viento que enfriaba a mis brazos desnudos y ella seguía hablándome como queriendo ser escuchada entre una multitud. Yo no era su multitud pero lo había sido. Mis ojos todavía acompañaban a mis orejas, y ayudaron a seguir oyendo algo de su nariz que me señalaba como siempre, algo de sus ojos que se parecían a otros existentes en el centro de quien sabe qué continente, algo de sus hebras amasadas por el viento de la pobreza y que hincaban sus mejillas de ostia, algo de los dedos de sus manos que se movilizaban mucho al salir de sus bolsillos... Hasta que sabiendo que no llegaría a tener algún agujero por donde escucharla, le sonreí (sin dientes porque yo aún era su odontólogo) sabiendo que esa era nuestra última parada. Ella no veía nada. Ella hablaba con la caja de cambios puesta en cuarta velocidad.<br /><br />Creo que me alejé o desaparecí mientras ella permanecía en su posición de oradora. Yo sabía que no iba a ser la última locación para ambos. Habrían más lugares para escucharla, para callarla y para que se riera por ser callada por un hombre minúsculo que antes era suyo. De repente se habría quedado molesta por mi desaparición pero igual ella llamaría para culparme de todo. O yo tendría que llamarla para echarme la culpa de todo. Estuvimos allí y eso alivianaría el resto de mis viajes sin circunstancias.<br /></span></div><br /><div align="justify"><span style="font-family:arial;">[Mi tranquilidad se sacude. Alguna armadura se cayó al suelo. Siento frío y los ojos se abren. La cama está acá. La luz también duerme: deben ser las cuatro de la madrugada; me vuelvo a echar. Tapo mi cuerpo y de repente me detengo apoyándome sobre mi codo derecho: se viene a mi cabeza el sonido de una voz que antes amenazaba mis ostentaciones de pueril monipotente. Por cuestiones muy distantes a las casualidades, estuvo andandopor mi cabeza mientras yo adolecia de falta de lucidez. Me siento. Pienso que fue consecuencia de una casualidad en un auditorio con sillas marrones. Me rió porque no tengo ninguna intención de negarme a mí mismo que me gusto soñar como humano. Me echo y creo que si tengo suerte podré regresar a esa locación desierta y pobre.]<br /></span><br /><br /></div><br /><div align="right"></div><br /><div align="right"><em><span style="font-family:courier new;font-size:85%;">Hay recuerdos que no voy a borrar</span></em></div><br /><div align="right"><em><span style="font-family:courier new;font-size:85%;">personas que no voy a olvidar</span></em></div><br /><div align="right"><em><span style="font-family:courier new;font-size:85%;">silencios que prefiero callar.</span></em></div><br /><div align="right"><em><span style="font-family:courier new;font-size:85%;">(...)</span></em></div><br /><div align="right"><em><span style="font-family:courier new;font-size:85%;">Hay secretos en el fondo del mar</span></em></div><br /><div align="right"><em><span style="font-family:courier new;font-size:85%;">personas que me quiero llevar</span></em></div><br /><div align="right"><em><span style="font-family:courier new;font-size:85%;">aromas que no voy a olvidar</span></em></div><br /><div align="right"><em><span style="font-family:courier new;font-size:85%;">silencios que prefiero callar</span></em></div><br /><div align="right"><em><span style="font-family:courier new;font-size:85%;">mientras tú juegas...</span></em></div><div align="right"><em><span style="font-family:Courier New;font-size:85%;"></span></em></div><div align="right"><em><span style="font-family:Courier New;font-size:85%;"></span></em></div><div align="right"><em><span style="font-family:Courier New;font-size:85%;">(Brillante sobre el mic)</span></em></div>Bicho de Ciudadhttp://www.blogger.com/profile/06836519993584260057noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-36140689.post-86380080222146418902007-08-02T00:11:00.005-05:002008-09-05T22:36:15.189-05:00La silla de las circunstancias<div align="justify"><span style="font-family:arial;">"Tengo ganas de hacer algo. Qué he hecho. Tampoco es que exista una obligación, una predisposición para que llegue a hacer algo bueno. Pero los relojes marcando las dos de la tarde, los días continuados, las risas que no se ríen, todo eso me hace pensar. He estado pensando en que si hice algo en estos últimos tiempos. Mi vida ya no tiene la cuenta regresiva de un ataúd porque anda como suspendida, como nada. Nada. No he hecho nada".<br /><br />"Me siento, y supongo que las cosas deben salirme bien. (Un cigarro que se fuma por sí solo me hace creer que mi distracción puede ser útil). Siempre supongo. Me doy cuenta que las circunstancias no hacen transcursos regulares; que las casualidades a veces parecen predeterminadas, pero que yo no puedo jugar a eso. Que mi cigarro ya se acabó; que no siempre uno puede puede comerse una galleta margarita arrancándole los bordes. Me doy cuenta que no escribo".<br /><br />"No he hecho nada. Y si le adhiero un no me importa lo que pase, todo adquiere un matiz burocrático, y eso es preocupante. Mi cabeza no lubrica las palabras que quiero usar. Razones. Razones. Debería haber algo mejor que tener que ponerse a discriminar vocabularios; a pensar que esto es terminable. Las estupideces últimamente son caramelos que se me aparecen sin envoltura: ni al bolsillo ni a la mochila: a la boca. Y nada, no escribo nada porque tal vez no sepa escribir. Debe ser eso. Ojalá sea eso. Se me acabó otro cigarro y empiezo a darme cuenta que este cuarto fuma más que yo. Pasa el tiempo como pasaron los meses sodomitas y yo aún no entiendo que no estoy para jugar al narrador de cuentos, al escribidor de los silencios. Infancias cerebrales que no van a regresar, tal vez".<br /><br />"Voy a intentarlo de nuevo. (Esta vez ha quedado muy circular esta galleta margarita con mis mordidas). No he hecho nada y eso al menos es el inicio de algo. Yo no estoy iniciado. ¿Ahora?".<br /><br />Y seguía sentado, preguntándose si algo de utilidad le iba a traer el quedarse en el cuarto y no haber salido a pisar lluvia. Sus circunstancias eran las de un hombre menguado. Como cuando uno olvida cambiarse o usar el tenedor y cuchillo. Sin embargo, sucedía que él nunca había vestido algo; comió siempre con las manos. Quería hacer algo, algo para lo que tal vez nunca fue bueno. Iba a estar sentado alli hasta las cuatro del dia siguiente, con un lapicero sin estrenar y unas páginas guapas y de fábrica cara. ¿Sabía escribir?<br /><br />Un lapicero nuevo, hojas blancas, pies helados y una cabeza necia.</span></div>Bicho de Ciudadhttp://www.blogger.com/profile/06836519993584260057noreply@blogger.com1