23.4.09

De vuelta a lo básico. Iniciático.

Hace casi un mes, al despertarme, me percaté de que mi canguro ya no estaba adherido a mi torso. Mi espalda ya no cargaba ese pequeño equipaje de urbanidad. No recuerdo bien si fue domingo o lunes. Mi cara estaba despertándose recién y luego de preguntarle al resto, bajar y preguntarle a los que faltaban y salir y preguntarle a otros más, resignado habré debido proferir con mucha pesadez puta madre, se me perdió.

Ya después no me puse a indagar en mi memoria los lugares en dónde pude haberlo dejado. "Ya fue". Pero en verdad aún era. No sólo había perdido ese canguro Timberland. Con él se perdieron dos cajas de cigarros, un encendedor, un quizá ya derretido Princesa, el Nextel, llaves, una tarjeta memoria, el celular y el iPod. Y `para ahorrar descripciones de valor, enumeré didacticamente las pérdidas en ascendente importancia. En fin, me sentí calato por todo estas últimas semanas.

Primero sin algunas fotos irrecuperables, luego incomunicado y para variar sin música. Sin música. Todo se haría entonces más dificil de llevar. Se me hizo más complicado intentar caminar algo más de cinco cuadras solo, siendo eso algo que me encanta. Ahora el andar iba a ser llevadero solamente con compañía. Qué iba a hacer pues.

Esperar nomás.

Mientras tanto mis orejas se taponeaban con el producto de un mp3 suplentón, con la música del micro o con las remembranzas leales de lo que antes escuchaba. Por otro lado, a falta del celular y Nextel, también estaba inubicable. Eso siempre es bueno cuando uno lo desea; mejor cuando te enteras media hora antes de lo que está por suceder. No me hacía mucho drama en ello. Pero lo básico estaba circunspecto a mis orejas solitarias. Waits, los Stones, Calamaro, Bangalter, Cadillacs, Beirut, los Stripes, Fitzgerald, Cerati, la Mente, Drexler, Sinatra y un ufffff que completaban las más más de mil opciones de ese reproductor, ya no estaban cuando caminaba. Sólo metidos en la computadora y en los discos que se honguean.

Esperar nomás.

Y saqué duplicado a las llaves. Compré el celular (el Nextel aún espera) y ayer salí por el iPod. Fui con Mateo para receptar sugerencias. "Si voy a comprar otro iPod, que tenga mayor espacio. Algo mejor". Y aunque ese Nano de 2da generación de cuatro gigas era estupendo con esa cubierta blanca y el respaldar metálico, necesitaba algo de más espacio. Así lo doblegué. No opté por el Clasic porque es muy dificil de llevar en mi bolsillo (a pesar de esos seductores 32 gigas). Mucho menos iba a pretender otras rarezas ya sea por los modelos o por el costo. La posibilidad de una nueva pérdida siempre está presente.

Al final vi un rectángulo algo más grande que mi anterior compañía. Ocho gigas: el doble de conversación. Y, a pesar de que dudé de esa nueva presentación grisácea, lo compré. Todo iba a ser parecido a antes.

Esas son las pequeñas cosas que a veces desmaximizan mi rutina que por ahora está algo entretenida. Ayer le adherí todos lo que consumía mi cabeza mientras subo a un carro, camino, espero sentado o leo alguna revista. Hoy caminé ya más tranquilo y a pesar de que estaba con gente, hubiera resultado lo mismo estar andando con mi sombra. Creo que hasta mejor. Mis orejas guardaron ese mp3 y se reencontraron con sus audifonos siameses de antaño.

2 comentarios:

Asociación de poetas circunstanciales dijo...

"Ocho gigas: el doble de conversación"... genial Fraco! genial!

Bicho de Ciudad dijo...

Caminatas más lúdicas. Y sí, genial por ese aparato tatuado de una manzana.

[Óscar, el recibirte acá me alegra.]

Saludos siempre.