11.7.09

Adopción de epígrafe

Hace poco menos de veinte horas estaba inmerso en una de esas conversaciones de postal. Habían pasado casi cuatro semanas desde la última vez en la que nos vimos. Eso del messenger nunca contó. Para mí no. Entonces, por razones innecesarias de decir, en mi condición de visitante, yo tenía más entusiasmo que ella para conversar.
Así que solté yo de todo porque sabía que en sus pretensiones de escucharme no estaba la de indagar; menos en mi caso. Y, después de mucho intercambio de voces, me acordé que ella es peor que yo recordando fechas. Por mi parte, las que logro archivar en mi memoria, siendo ajenas a mi vida, pertenencen a esas asociaciones con números (puntuales para mí), colores, acontecimientos o cualquier otro garabato. De no ser de esa manera, van directamente al área descartable de mis lóbulos temporales. Ella carece de eso en la práctica. Por eso en ese momento no tuvo oportunidad para la prefabricación de alguna frase célebre; es por eso que su respuesta, a mi acotación desinteresada de la fecha próxima, fue genial. Uno de esos bastones que a veces suele regalar.
-Tu vida va a ser siempre un lado b.
(Empecé entonces a tararear una canción que un par de horas atrás, desde sus parlantes, sonaba como en off.)
-¿Como esa de Concretes o como alguna de Diamond Dogs?-, pregunté, intentando expandir su lisonja. Sabía que iba a entender la bipolaridad de la interrogante.
-Concretes no. Vas a ser un buen lado b, vas a ver. Y escoge cualquiera de Diamond-, sentenció, endulzando su nariz y apuñalando con mirada risa, como hacía tiempo. Porque ella sí sabe demasiado de Bowie; mucho más que yo.

Asimilé siempre con gusto el papel que me ha tocado, el de antihéroe -al menos me da gusto el creer que es así-, pero nunca había pensando en algo como lo de ayer.
Agradecido entonces por la donación de ese nuevo membrete.